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martes, 22 de diciembre de 2009

Algunas notas sobre gestión del color



La fotografía digital describe los colores mediante números. Las diferentes formas en que esto puede hacerse se denominan modelos de color. Los modelos de color más conocidos son el RGB, el CMYK, el Lab y el HSV. En fotografía, el RGB es el modelo de color usado tanto en las cámaras para generar las imágenes como en los monitores y pantallas para mostrarlas.

Un modelo de color puede implementarse de diferentes maneras. Cada una de estas maneras se denomina espacio de color. Así, existen varios espacios de color RGB que son implementaciones específicas del modelo de color RGB. Los espacios de color RGB más utilizados son el Prophoto RGB, el Adobe RGB y el sRGB. Por raro que pueda parecer, los mismos valores numéricos RGB no son el mismo color en los diferentes espacios de color.

Por esta razón, para poder mostrar correctamente una fotografía, debemos indicar el espacio de color en el que se creó o editó por ultima vez. Lo suyo es que la propia foto lleve incrustado el espacio de color en que fue creada o editada.

Aun así, una cosa son los números y otra la realidad. Incluso si el software que representa la foto conoce el espacio de color y asigna correctamete el color a los números, la foto deberá salir a través de una pantalla física concreta o de una impresora determinada, y cada monitor y cada impresora tendrá una manera propia de generar los colores, que usualmente se traduce en que los colores que realmente crean se desvían de los colores que en teoría deberían crear. Para corregir esta desviación es necesario crear un perfil de ese dispositivo.

Para crear un perfil de un monitor, se necesita un software que de instrucciones al monitor para mostrar determinados colores y un hardware (colorímetro) capaz de medir objetivamente los colores reales que el monitor genera cuando recibe esas instrucciones.

Simplificando, la cosa funciona más o menos así: el monitor, con el contraste, brillo y temperatura de color debidamente ajustados, recibe las instrucciones del programa para generar por ejemplo el color rojo puro (255,0,0), el colorímetro mide la longitud de onda del color rojo realmente generado y lo compara con el color rojo que debería ser. Si no coincide, registra la desviación para crear un perfil del dispositivo de modo que las instrucciones que reciba tengan en cuenta esta desviación. Ahora, instalado el perfil de ese monitor concreto, cuando el software que representa la fotografía quiera que el monitor muestre un color concreto, ya no le enviará el valor numerico de ese color correspondiente en el espacio de color de la imagen (los tres valores pueden ser diferentes para ese color en distintos espacios de color), sino un valor RGB compensado con la desviación del monitor, de modo que el monitor no recibe los valores de ese color, sino otros valores corregidos que en ese monitor generan exactamente el color buscado.

Hay monitores, los buenos, que traen su propio colorímetro incorporado. El perfilado del monitor debería hacerse al menos cada tres meses dependiendo del número de horas que pase encendido, ya que el uso desgasta los elementos luminosos.

Un punto a tener en cuenta es que el calibrar/perfilar el monitor no garantiza que las fotos vayan a verse de la mejor manera posible. Lo que 'garantiza' es que las fotos se verán igual en todos los monitores correctamente calibrados/perfilados. Algunos modelos de monitores tienen autoajustes que hacen que las fotos se vean realmente fantásticas. El problema es que solo se ven fantásticas en ese monitor.

Con las impresoras, tres cuartos de lo mismo, aunque el procedimiento es diferente, en esencia se trata de crear un perfil de la máquina que haga que los colores que se imprimen sean lo más fieles posible a los deseados. Los laboratorios serios, cuando se les pide, envian el perfil ICC de sus máquinas (o lo tienen disponible para descarga en su web), perfil que deberemos instalar en nuestro programa de edición en el que vayamos a hacer los ajustes necesarios a la imagen, de modo que podamos controlar el aspecto que la foto tendrá en el papel.

Lo habitual es usar un espacio de color amplio, como el Adobe RGB para realizar cualquier operación de ajuste o posedición sobre la fotografía.

Para las copias finales, se puede elegir entre dejar Adobe RGB o convertir las imágenes a sRGB. El sRGB es capaz de mostrar muchos menos colores, pero tiene la ventaja de su mayor compatibilidad y de que cuando las máquinas no usan gestión del color, suelen suponer que la foto usa el sRGB. Por tanto es más dificil llevarse sorpresas desagradables si generamos nuestras copias finales para impresión en sRGB. Si el laboratoria es serio, tendrá en cuenta el perfil de las imágenes, y el Adobe RGB nos proporcionará mayor riqueza cromática.

Los navegadores de Internet, por su parte, tratan todas las fotografías como si fueran sRGB. Las últimas versiones de los navegadores más populares han empezado a incorporar gestión del color, aunque todavía de forma incompleta, por lo que sigue siendo obligado convertir a sRGB cualquier fotografía que queramos mostrar en la web. De no hacerlo, si subimos una foto en Adobe RGB a nuestra página web y la visualizamos a través de un navegador sin gestión del color, veremos los colores muy alterados, especialmente en lo que a los rojos respecta.

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