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domingo, 23 de mayo de 2010

Cuando las buenas intenciones no bastan

Clase: Amphibia
Orden: Anura
Familia: Bufonidae
Género: Bufo
Especie: Bufo calamita (Laurenti, 1768)


Sierra Morena, abril 2010.

Otro diminuto metamórfico de Bufo calamita de unos 10 milímetros de longitud. Este más oscuro que el de la anterior entrada. Como eran cientos, los había de todos los colores. La mortalidad infantil de los calamitas es tan alta, que la especie lo compensa produciendo números astronómicos de crías. Todo tipo de depredadores se da un atracón de estos pequeñines, pero son tantos que cuando ya no pueden comer más, todavía quedan. Las hembras de calamita pueden llegar a poner casi 6000 huevos por puesta.

Los calamitas depositan sus huevos en charcos temporales poco profundos, que se calientan rápido y se secan pronto. Es frecuente ver charcos pequeños, a punto de evaporarse por completo, totalmente alfombrados de cientos de pequeños renacuajos negros de calamita, que agonizan amontonados en la poca humedad que queda, y que a todas luces morirán en las siguientes horas.

Antes de pensar que los calamitas son tontos, recordemos que llevan prosperando cientos de miles de años, en ocasiones en entornos semiáridos donde pocos anfibios son capaces de sobrevivir, y que se trata de la segunda especie (si no la primera) de anfibio más abundante en el sur de la Península Ibérica.

La elección de este tipo de charcos efímeros para dejar los huevos no es dejadez paternal, sino una estrategia reproductiva que a la vista de los resultados les funciona increíblemente bien.

Recientemente, los medios de comunicación se han hecho eco de una noticia relacionada con esta especie. El Aula de Naturaleza de Padul ha iniciado una campaña que bajo la denominación "Salvar al Sapo" pretende recoger miles de renacuajos de charcos que se están secando, criarlos en las instalaciones del Aula y devolverlos a la naturaleza una vez metamorfoseados:

Artículo en Ideal.es

Reportaje en CanalSur

El periodista dice cosas como:

"miles y miles de huevos que eclosionarán en las aguas que han quedado entre las oquedades del terreno. Parece que han llovido sapillos. Pero este sistema de supervivencia tiene un problema. La llegada del calor en provincias meridionales como la de Granada, provocará la desecación de los charcos e irremediablemente, la muerte de los sapillos."

"es importante que se salve el mayor número posible porque son parte fundamental de la cadena trófica, alimento de otras muchas especies que, con este año de lluvias, también tienen una mayor eclosión y necesidades». Los sapillos son llevados en botes hasta unas peceras que se han instalado en el Aula de Naturaleza de Padul, donde se les alimentará hasta que crezcan y se conviertan en adultos. «Después los soltaremos por diferentes zonas del espacio natural de Padul"

Tras leer noticias como esta uno se siente bien. Hay gente sensible ayudando a sobrevivir a los animalitos que pasan dificultades. Maravilloso. ¿O no?

Este me parece un ejemplo excelente que demuestra cómo en la Naturaleza las cosas casi nunca son tan sencillas como aparentan, y cómo con buenas intenciones se puede causar más daño que el que se pretende evitar.

En otros ejemplos, como los pro-derechos de los animales que asaltan granjas de visones americanos y liberan 20.000 alimañas al monte, cualquiera con medio dedo de frente puede llegar a la conclusión él solito, a poco que reflexione, que no puede ser ni chispa de bueno liberar de golpe 20.000 depredadores carnívoros a un ecosistema, por muy atontaos que estén los visones por haber crecido en una granja y por muchos que mueran los primeros días...

Pero en este caso, las razones por las que 'salvar' artificialmente renacuajos que iban a morir podría incluso ser perjudicial para la especie no son tan evidentes.

En palabras de Ricardo Reques, coordinador del proyecto S.A.R.E. en Andalucía:

"El manejo de anfibios es bastante más complejo de lo que parece y depende de varias variables que no suelen ser contempladas por falta de información previa. En este caso, se trata del sapo corredor, una especie en la que la fase larvaria es decisiva en la regulación del tamaño de sus poblaciones. Aquí a su vez intervienen dos variables clave: el hidroperiodo, o duración con agua de las charcas, y la competencia intra e interespecífica. El sapo corredor es una especie con un desarrollo larvario muy rápido pero suelen hacer las puestas en charcas muy efímeras por lo que la sequía es algo que forma parte de sus ciclos naturales. Hay años que se producen mortandades catastróficas y otros que tiene éxito y con estas fluctuaciones se produce la regulación óptima de individuos en cada población. Por otro lado, cuando la competencia es muy elevada (hay muchos renacuajos en la misma charca), las tasas de crecimiento y de desarrollo se ralentizan tanto que, aunque las charcas duren con agua más de lo normal, serán muy pocos los renacuajos que consigan sobrevivir y los que lo hagan no siempre estarán en las mejores condiciones para afrontar la etapa juvenil terrestre.

Por lo dicho anteriormente, cuando se aumenta el número de adultos, de forma artificial, el número de puestas que realizaran estas hembras “extra” será tan alto que provocarán densidades larvarias tan elevadas que probablemente, no podrán alcanzar la metamorfosis antes de que se sequen las charcas y por tanto, no habrá recambio generacional durante los años que vivan esas hembras reproductoras. Eso como podéis imaginar tiene sus consecuencias ecológicas en las cadenas tróficas que son aún más difíciles de evidenciar.

Pero hay otro aspecto que conocemos bien los que hemos trabajado con esta especie en condiciones controladas de laboratorio. Cuando sacamos individuos para mantenerlos en condiciones artificiales disminuyen sus defensas, los animales que logran pasar la metamorfosis son mucho más débiles y las posibilidades que tienen de llegar a adultos son muy escasas (probablemente intervengan variables como la calidad del agua, la luz, etc.). Pero, si como viene en la noticia, pretenden mantenerlos hasta adultos, las probabilidades de supervivencia son infinitamente menores. Olvidan además otros detalles como la acusada filopatría y, por tanto, la tendencia que probablemente tendrán estos animales a buscar los lugares en los que pasaron su ciclo larvario, en este caso, las peceras del Aula de la Naturaleza.

En definitiva, mi opinión es que tipo de actuaciones sólo está justificado cuando se constata un declive importante de la población y conocemos sus causas. Para ello es necesario seguir ciertos protocolos que nos detecten este estado de declive. En esta especie concreta, las fluctuaciones poblacionales son muy frecuentes (descenso y posterior recuperación del tamaño de las poblaciones) y para constatar declives son necesarias series temporales largas (al menos una década). Una vez que conocemos el declive y sus causas (generalmente por alteración o por destrucción de sus hábitats) se pueden empezar a plantear las medidas más adecuadas para su recuperación y mantener individuos en cautividad para su posterior reintroducción debe ser una de las últimas opciones. Lo ideal en este caso es recuperar, si ha habido alteración, el hidroperiodo en los microhumedales en los que se reproducen, bien profundizando los existentes (si han tenido colmatación artificial) o bien creando charcas nuevas. También se podría incrementar el hidroperiodo añadiendo agua antes de que se vaya a secar aunque esto último no suele ser efectivo si no es para aumentar la duración de la charca en unos pocos días (en esta especie prolongar la duración de una charca en unos pocos días cuando los individuos están próximos a la metamorfosis puede suponer la diferencia entre una mortalidad catastrófica y un moderado éxito de metamorfosis). Por tanto, creo que debemos ser muy cautos a la hora de hacer este tipo de actuaciones, basarnos en información objetiva y actuar sobre los hábitats antes que sobre los individuos.

Aunque creo que se intenta hacer con buena voluntad, si realmente nos interesa la conservación no deberíamos jugar a ser dioses".

Con esta entrada no pretendo señalar a nadie con el dedo (y espero que nadie se dé por aludido), sino evidenciar que los sistemas naturales son tremendamente complejos, que nuestro conocimiento de ellos dista mucho de ser completo, y que hay que ser extremadamente cautos antes de actuar sobre ellos, pues incluso con la mejor de las intenciones podemos estar empeorando las cosas.

Otro excelente ejemplo de esto, la historia de cómo las actuaciones realizadas para salvar la última población de una mariposa inglesa provocaron precisamente su extinción definitiva, la contó magistralmente Diario de un Copépodo en "Dos centímetros de hierba".

4 comentarios:

  1. Que bonito el pequeño bufo.

    Me ha gustado muchisimo lo que explicas en el texto.
    Es muy bueno.

    Gracias por el enlace a Copépodo.
    Es otro sitio interesante.

    Saludos

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  2. Tienes mucha razon, pero te falta el detalle de que la historia de la mariposa inglesa acaba bien Macroinstantes! Se acabo sabiendo tanto de ella, detalles tan fascinantes, que ahora se considera una especie 'recuperada' para la fauna inglesa. Eso si, se necesita ciencia, ademas de buena voluntad - y dinero - para recuperar especies.
    Mas informacion en: http://news.bbc.co.uk/1/hi/sci/tech/8102739.stm

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  3. Final feliz... qué más se puede pedir... menos mal que quedaban mariposas de esas en el continente, que si no...

    Gracias por el link.

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